La preocupación por construir situaciones, experiencias de la propia vida cotidiana, de la historia, y de la literatura, que den cuenta de la aplicabilidad de conceptos de la sociología. De allí que se recurra a la mirada que sobre algunos hechos y productos socioculturales se puede reconocer en la obra de Jorge Luis Borges. Por la simple y contundente razón de que en varios de sus textos se construyen imaginativamente situaciones que posibilitan una relación vital con elementos centrales de la teoría social.
No obstante, es pertinente recordar para no eludir aspectos que a primera vista puedan oscurecer la anterior afirmación que, con motivo del cambio en la currícula de la Carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, Borges emitió opiniones poco amables hacia la sociología. Ocurrió en esa ocasión, en el año 1984, que se estaba dejando de lado la condición de obligatorias de las materias dedicadas a las literaturas extranjeras, transformándolas en optativas, por lo que los estudiantes las podrían reemplazar, entre otras, por materias como sociolingüística, psicolingüística, medios de comunicación, y también por sociología de la literatura. Y allí Borges, sinceramente angustiado por el hecho de que un estudiante de letras pudiese atravesar su carrera sin poner especial atención al Dante, a Conrad, o a Las mil y una noches, se preguntaba “¿Qué será la sociología de la literatura?” Es que eso que estaba sucediendo era vivido como un acto de banalización al que se debía responder contundentemente. Si efectivamente se estaban deshojando las mágicas formas del arte hasta equipararlo a simples objetos cotidianos, y se estaba permitiendo su evaluación recurriendo a herramientas percibidas como vulgares, era necesario volver a pronunciar palabras sagradas que le devolvieran su potencia, su ambigüedad, si se quiere, su misterio. Y es por eso que se habilitaba el recurso romántico afirmando, quizás con emoción, que “el hecho estético es un brusco milagro”, que “no puede ser previsto”. Se pronunciaban entonces, como en un ritual instituyente, casi a la manera de salmos, frases re-iluminadoras, como la del pintor Whistler, quien sostenía pura y elementalmente que “el arte sucede”; o, todavía con mayor pertinencia, la del místico alemán Angelus Silesius, quien afirmó “la rosa es sin porqué”.
En sociología queremos creer que los decires y los haceres de los seres humanos no son necesariamente explicables por una visión del mundo esencializada, sino que se hace imprescindible para intentar entenderlos, recurrir a las dimensiones histórica y relacional; y si bien esto es generalizable para el conjunto de las interacciones humanas, esto se hace muy evidente en los artistas empeñados en derribar los muros culturales de la convencionalidad. Ante lo que se percibe como una trivialización del hecho estético, como ocurre en el caso citado, se despliega como arma, una visión esencialista del arte. Pero si se está analizando la literatura y el imaginario lector es un par, lo relacional y lo histórico serán recursos manejados con tranquila seguridad. Y no es otra cosa lo que afirma Borges en “Notas sobre (hacia) Bernard Shaw”, publicado en 1952 en Otras inquisiciones (Borges, 2005): “El libro no es un ente incomunicado; es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra, menos por el texto que por la manera de ser leída: “si me fuera otorgado leer cualquier página actual ─ésta, por ejemplo─ como la leerán el año 2000, yo sabría cómo será la literatura del año 2000” (Borges, 2005). Del mismo modo está presente esa manera de mirar el mundo social cuando define lo que es un libro clásico en “Sobre los clásicos”; o cuando sostiene que “cada escritor crea a sus precursores”, en “Kafka y sus precursores”, ambos ensayos también publicados en Otras inquisiciones. Y, por supuesto, no se debería omitir por demasiado explícita la cita que, en más de una ocasión, utiliza como cita de autoridad, del sociólogo norteamericano Thorstein Veblen, autor de “Teoría de la clase ociosa” (Veblen, 2005) quien supo incomodar al mundo académico de su país a fines del siglo XIX. Veblen, de padres noruegos, nacido en una granja de Wisconsin, identificado como de ascendencia sueca por Borges, habría dicho que la preponderancia de los judíos dentro de la cultura occidental, no se debe por supuesto a una cuestión racial, sino a que los judíos dentro de la cultura occidental están manejando una cultura que no es la suya. Es decir, hacia la cual no deben ninguna lealtad y dentro de la cual pueden obrar sin supersticiones y muchas veces de un modo revolucionario (Borges, 1960). Borges se valdrá de esa argumentación para explicar la preeminencia de los irlandeses en la cultura inglesa, y señalará que, más allá de que alguno de esos irlandeses tuviera ascendencia inglesa, les bastó sentirse irlandeses para saberse diferentes, y actuar entonces con mayor libertad en una cultura en la que se desenvuelven pero no sienten enteramente suya. Y también extenderá este razonamiento al caso sudamericano. Dirá Borges: “Creo que los argentinos, los sudamericanos en general, estamos en una situación análoga; podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia, que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas” (Borges,2002). Lo anterior es propuesto por Borges tanto en el ensayo “El escritor argentino y la tradición”, de 1932, como en la conferencia sobre James Joyce en la Universidad de La Plata, en 1960.
En cada una de estas afirmaciones y en otras más que incluyen a sus textos de ficción, está presente el problema fundamental de la teoría social: la compleja relación entre la determinación y la libertad en la acción humana. Problema que algunos textos más contemporáneos llaman la relación entre la estructura y la agencia, pero que muy tempranamente está planteado en toda su complejidad, y a la vez con una elegancia que resulta en amabilidad no condescendiente para con los lectores, cuando en el comienzo de “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte” (Marx, 1995), Karl Marx sostiene lo siguiente: “Los seres humanos hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”: Y para no subestimar el peso del poder reproductivo que no hace fácil la posibilidad de cambios significativos en el orden social, remata la argumentación anterior afirmando que “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.
Por los argumentos anteriormente sostenidos, pero también porque se entiende que es posible mantener relaciones vitales con textos que plantean problemas complejos, aun cuando estos textos sean no solo objeto de una consagración acotada, sino también de un reconocimiento generalizado que amenaza con cosificaciones superficiales incluidas en estrategias de distinción, es que se realiza esta apuesta. Las clases teóricas de Sociología General se llaman este año Borgeanas porque creo fundadamente que cada estudiante que participe de este curso podrá apropiarse así de elementos profundos de la teoría social que le permitirán ir construyendo una mirada desacomodadora sobre el orden social.
Publicado el 6/8/2022
Bibliografía citada:
- Borges, Jorge Luis, 2002 “El escritor argentino y la tradición”, en Discusión (1932), Obras completas, t 1 EMECE Buenos Aires.
- Borges, Jorge Luis, 1960 Conferencia sobre James Joyce. Universidad nacional de La Plata
- Borges, Jorge Luis, 2005 Notas sobre (hacia) Bernard Shaw, en Otras inquisiciones (1952), Obras completas, t II EMECE Buenos Aires
- Borges, Jorge Luis, 2005 Kafka y sus precursores, en Otras inquisiciones (1952), Obras completas, t II EMECE Buenos Aires
- Borges, Jorge Luis, 2005: Sobre los clásicos, en Otras inquisiciones (1952), Obras completas, t II EMECE
- Borges, Jorge Luis, 2002, “Las versiones” homéricas en Discusión (1932), Obras completas, t 1 EMECE Buenos Aires
- Marx, Karl, 1995: El dieciocho de Brumario de Bonaparte, Ediciones de la Comuna, Montevideo Uruguay.
- Veblen Thorstein,2005: La teoría de la clase ociosa. FCE México