“La ficción ha sabido emanciparse de todas las cadenas” afirma Juan José Saer [1], y lo mismo dice, de otra manera, Julio Cortázar en una carta dirigida a Fernández Retamar que después aparece publicada en Último Round[2] :
“A riesgo de decepcionar a los catequistas y a los propugnadores del arte al servicio de las masas, sigo siendo ese cronopio que escribe para su regocijo o sufrimiento personal, sin la menor concesión, sin obligaciones latinoamericanas o socialistas entendidas como a prioris pragmáticos”.
La discusión sobre el Cortázar comprometido y el Cortázar escritor de literatura fantástica parece apoyarse en una dicotomía que, en principio, no se presenta sólida, y resulta, a la luz de un análisis crítico, producto de ciertas clasificaciones que ponen en crisis el concepto mismo de lo literario.
Si bien es fácil distinguir en la obra de Cortázar distintas etapas, relacionadas con distintos momentos de su madurez como escritor y con cuestiones contextuales, sociales y políticas propias de diferentes momentos históricos, puede leerse un compromiso en su literatura desde sus primeras publicaciones, sobre todo si entendemos que el mayor compromiso de un escritor debe ser siempre el estético.
Lo filosófico, la existencia, el tema del juego entendido como algo componencial y esencial del ser humano, los cuestionamientos a las estructuras y la manifestación de que el pensamiento libre y creativo es una condición vital, son algunos de los tópicos que encontramos en Bestiario (1951), Final de Juego (1956), Las armas secretas (1959) e Historias de Cronopios y de Famas (1962).
El compromiso con esas preocupaciones toma forma ficcional y se manifiesta a través de los recursos de lo fantástico y lo irónico. Cortázar transforma lo común y cotidiano a través de la ruptura y nos devuelve a lo común y cotidiano con la posibilidad de otra mirada.
Los cronopios, esos seres desordenados y tibios, viven libremente, cuidan sus recuerdos, tienen memoria y también, ataques de alegría; mientras los famas todo lo calculan e inauguran fábricas.
Sin embargo, el mayor reclamo que se le hace a la obra del Cronopio tiene que ver con su compromiso político, y se manifiesta en críticas que van desde considerarlo “tibio” en cuanto a sus posturas ideológicas hasta juzgarlo por su permanencia en Francia durante los años más complejos de la dictadura. Y en ese reclamo, el concepto de “lo comprometido” es lo que se confunde, se funde y se distorsiona, en pos de una exigencia que no le corresponde a lo literario de antemano y que, por otra parte, no permite ver el sostenido compromiso de Cortázar con lo estético y lo artístico.
También es cierto que entre las preocupaciones y tópicos que Cortázar sostiene en su literatura lo político aparece, y en algunos momentos de forma más evidente que otros. Lo político es material que entra en la obra de Cortázar para transformarse y traducirse de acuerdo con el universo semiótico de lo literario, en algo diferente, en una anti-realidad que cuestiona lo preestablecido y pone en crisis el discurso y las formas de decir.
Desde la metáfora de la Argentina invadida por el peronismo, que puede leerse en “Casa Tomada” o en “Ómnibus”[3], hasta la necesidad de exiliarse que manifiesta el personaje protagonista de “La Banda” [4] luego de presenciar el espectáculo de la Banda de Alpargatas, descripto como una intolerable y exacerbada manifestación de la cultura popular, lo político se va filtrando en lo literario también en relación con el Cortázar hombre y argentino de una época.
El antiperonismo de Cortázar, llevado al extremo por los intérpretes de su literatura, fue como él mismo lo reconoció años después, un antiperonismo de café, sin militancia activa. La revolución cubana, más tarde, y otros acontecimientos políticos y sociales lo hicieron cambiar de parecer y participar de ciertos movimientos de manera más protagónica.
Lo literario, sin embargo, no se ve afectado por esos cambios (o solo en algunos planos). Los relatos de la primera etapa no pierden calidad ni valor si se los analiza desde una óptica artística y ficcional, más allá de los mensajes partidarios o de las distintas lecturas, también ideológicas, también subjetivas y epocales.
Después de un recorrido personal por la Cuba revolucionaria, la acción de Nicaragua, su relación con Ernesto Cardenal, la participación en el tribunal Russell y el apoyo al gobierno de Allende, la clave política toma en su literatura otro matiz, pero que podemos entender, más allá de sus experiencias militantes, como resultado también de una mayor madurez artística.
Si bien se reconoce la última etapa de producción de Julio Cortázar como la más politizada, lo es no por la forma en que se desarrolla el tema político en sus cuentos, sino por el trabajo de transformación que ese material político sufre: los juegos lingüísticos, los climas y los recursos se ponen al servicio de una sola cosa: el valor artístico.
“Segunda vez” [5]es un ejemplo. Los recursos de lo fantástico, la desaparición en este caso, se explican por lo extraliterario: un clima de extrañeza y un narrador en primera persona que se identifica con un nosotros opuesto a un ellos amenazador.
En “Grafitti”[6] los cambios de narrador y las voces que se expresan desde la muerte, se combinan con las prohibiciones, con la policía, con el miedo y la persecución.
En “Satarsa”[7] leemos el horror, la mutilación y el espanto provocados a través de la historia de unas ratas, de muchas ratas que encerradas en sus cuevas se enredan y se atacan, pero salen también a atacar a los de afuera. Satarsa, atar a la rata. El palíndromo como posibilidad de invertir la realidad para ver qué hay del otro lado.
En una conferencia del año 1962[8] Cortázar afirma: “En mi caso, la sospecha de otro orden más secreto y menos comunicable (…) ha sido uno de los principios orientadores de mi búsqueda personal de una literatura al margen de todo realismo demasiado ingenuo”. Quizás ese orden sea el que tenga que orientar nuestras lecturas literarias para exigirle a las obras solo aquello que otros discursos no pueden expresar.
Publicado el 6/9/2022
[1] Saer, Juan José (1997) El concepto de ficción en El concepto de ficción, Buenos Aires, Seix Barral
[2] Cortázar, Julio (1969) Último round, Buenos Aires, Siglo XXI Editores
[3] Cortázar, Julio (1951) Bestiario, Buenos Aires, Sudamericana.
[4] Cortázar, Julio (1964) [1956] Final de juego, Buenos Aires, Sudamericana.
[5] Cortázar, Julio (1977) Alguien anda por ahí, Buenos Aires, Sudamericana.
[6] Cortázar, Julio (1980) Queremos tanto a Glenda, Buenos Aires, Nueva Imagen
[7] Cortázar, Julio (1982) Deshoras, Buenos Aires, Nueva Imagen.
[8] Conferencia publicada en Revista “Casa de las Américas”, nº 60, julio 1970, La Habana
Magíster en la Enseñanza de la Lengua y la Literatura. Directora del Instituto Comercial Rancagua. Profesora en el ISFDyT N.º 122 de Pergamino.