La memoria es un plano corto

“Aftersun” de Charlotte Wells
El autor quiso que, mientras leas esta reseña, escuches “Under Pressure” de Queen y David Bowie.

Hay un relato. Hay una secuencia: desordenada, aleatoria, enrevesada y granulada. Hay un recuerdo, o un laberinto de recuerdos. Una madeja que esconde la punta. La memoria es uno de los aspectos más intrigantes y complejos del ser humano: recorre el cuerpo, el alma, construye miedos y, a veces, parece determinar hasta las reacciones más inconscientes.

Sophie es una mujer que, frente al televisor, revisa las cintas que grabó hace más de dos décadas. En ellas se desnudan retazos de unas vacaciones que compartió con su padre, Calum, en Turquía, cuando tenía once años. Su memoria, como la nuestra, se construye con esos retazos: como un rompecabezas. Porque, en conclusión, de eso se trata: de imágenes desordenadas, de planos cortos y de algunos sonidos que, desde lejos, llegan y encadenan una historia.

¿Es necesario recurrir a una narración lineal para evocar recuerdos? Sophie, sin quererlo, aprende que no: una serie de videos grabados con una Panasonic de los 90 se reproduce en su televisor. Zoom in, zoom out: desencuadres, y del otro lado su papá. “Cuando tenías once años, ¿qué querías ser cuando fueras grande?”, le pregunta. Él, de espaldas. Así comienza el film que, en 102 minutos, desenvuelve el lazo que une a una niña con su papá: un lazo débil y a la vez firme; que se tensa, por momentos, pero no se rompe.

Aftersun puede ser tanto un punzamiento al corazón como un bodrio, según cómo se lo mire. Si el espectador aguarda una narración al estilo Hollywood —es decir ligera y playa— entonces ésta no será su película predilecta. Si, en cambio, espera ver para verse a sí mismo, probablemente terminará sentado frente a un espejo.

The Projector

La película de Charlotte Wells que hace semanas desembarcó en Mubi marcó hito en el mundo: se perfiló como uno de los mejores films de 2022 y obtuvo nominaciones para los premios BAFTA, National Board of Review, Premios del Cine Europeo, Premios Independent Spirit, entre otros.

Wells consiguió una película sobria, pero no por eso menos profunda: sentimental, no empalagosa. Un recuerdo onírico envuelve risas, tardes de sol y protector solar, la iniciación sexual de la protagonista y la profunda depresión que atraviesa Calum. En Aftersun nada es tosco: pese a que las escenas se anidan, pareciera, con cierto desorden, los sentimientos de los personajes afloran con delicadeza. Las imágenes, los encuadres y todos los elementos sensoriales que el film trabaja no están al servicio de la historia. Al contrario: es la historia, la trama, la que nace a partir de ellos.

Calum llora desconsoladamente al borde de la cama: lo vemos de espaldas. Se recuesta sobre una alfombra, tambalea en la cornisa y se anima a un mar picado. Se emborracha. Es por algunos momentos hiriente y por otros tierno. Agarra las colillas del suelo y tiene la billetera flaca. Vemos su intimidad así, de espaldas, como a la de un padre. Porque en Aftersun se pone en juego lo conflictivo de la relación paternofilial: ver de espaldas. Tener la impresión de nunca conocer al otro, aunque sea nuestra sangre la que corre por sus venas.

Hay una escena, triste, —en realidad podrían ser varias— que condensa la película: Sophie, sentada en un sillón, lee. Calum, en el baño, del otro lado de la pared, intenta cortarse el yeso que le recubre el brazo. Y se lastima. Y sangra. El líquido rojo le recorre el brazo. Y Sophie lee, sin saberlo.

La música de Queen, como la composición narrativa de Wells, se articula para acompasar la historia: “¿Por qué no podemos dar amor? / Porque “amor” es una palabra tan anticuada / y el amor te reta a que te preocupes / por la gente que está sobre el filo de la noche / Y el amor te reta a cambiar / nuestra manera de preocuparnos por nosotros mismos”. Las voces de Mercury y de Bowie, dice la directora, aparecieron de casualidad. Y en buena hora, porque los gritos de Mercury y de Bowie son los que Sophie, por su edad, y su padre, por algún motivo, aún no pueden dar.

“[Pasó] sin ser consciente de las letras y de cuán directamente se relacionaban con el material. Y tal vez eso sea completamente increíble y loco, pero es verdad. […] Siempre fue la culminación del sentimiento hacia el que se basa toda la película, así que, me alegro de que resuene fuerte y, en última instancia, sea una expresión de dolor y todos los sentimientos complejos en torno al dolor. Creo que eso es milagrosamente a lo que la gente está respondiendo”.

Aftersun da la idea de que en ella no hay nada que falte ni nada que sobre. Nunca sabemos si Calum y Sophie se volvieron a ver. Lo que sí entendemos es que algo se rompió, y que volver al pasado, rebobinar los videocasettes, es una vía de escape.

Lo que sufre la protagonista es lo mismo que nos atormenta a nosotros: vernos es ver nuestro pasado, nuestras huellas, nuestras heridas. Querernos es entender que estamos hechos de retazos, de memoria. De planos cortos que reflotan, de vez en cuando, en forma de recuerdos.

Publicado el 24/1/2023

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