Iván Navarro Lluesma es escritor, poeta y psicólogo español. Es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y se ha especializado en cultura e identidad. A lo largo de su carrera ha publicado varios artículos de divulgación psicoanalítica, y como fruto de su pasión por la poesía nació Necesaria subjetividad, publicado en 2021 por la editorial Cuadranta.
La distancia entre España y Argentina no ha impedido que sus versos lleguen: durante el verano pasado, su poemario atravesó el Atlántico y arribó a Lo imborrable. Desinteresadamente, Navarro compartió su texto con la esperanza de generar un puente.
De hecho, en su dedicatoria, escribió:
Espero que de la contingencia surja una posibilidad. La posibilidad de un puente entre pueblos hermanos que comparten una lengua tan bella y rica.
En la introducción de su poemario, Navarro plantea una desafiante apuesta: abordar la subjetividad y la verdad, entendiendo a la primera como base necesaria para la segunda.
No busco la Verdad. No es posible. Aunque sí podemos acercarnos a las verdades de esos instantes dados a la historia, al lenguaje, a la vida y al tiempo que conducen a los equívocos tan importantes en nuestra cotidianidad.[1]
El libro presenta treinta y siete poemas que abordan diferentes temáticas, entre ellas el amor, el tiempo, el lenguaje y la comunicación, la memoria, las relaciones interpersonales en la contemporaneidad, la salud mental, etc.
Amablemente, Navarro Lluesma accedió a una entrevista con Lo imborrable, y en ella ahondó en algunas de las temáticas que plantea en su trabajo:
En el inicio del poemario, en el prólogo, invitás al lector a repensar dos términos que lucen, falsamente, opuestos: la subjetividad, por un lado, y la verdad, por otro. Concluís que la subjetividad es necesaria, sobre todo para hacernos responsables de nosotros mismos. ¿Qué procesos te llevaron a esa conclusión? ¿Creés que son términos que no deberían ser tomados en cuenta como opuestos?
La cuestión de la subjetividad es imprescindible para entender la realidad: ya que no es lo mismo la realidad y lo real. La primera se sustenta en la construcción que realiza la persona en función de las experiencias previas que ha tenido en su vida. Posiblemente, porque estemos absorbidos por un tipo de pensamiento y utilicemos la deducción como modo fehaciente para llegar a conclusiones y a “la verdad” (permíteme el entrecomillado). Eso nos da cierta tranquilidad y sentido a las cosas. Sin embargo, no es el único modo de alcanzar o construir la existencia de una verdad.
La intuición, de la mano de la inducción, nos puede llevar a la asociación de estos dos términos aparentemente opuestos: subjetividad y verdad. La verdad y la mentira, desde que Nietzsche escribiese ese magnífico texto indispensable sobre la verdad y la mentira, se da de forma simultánea y es imposible categorizarlo como puro.
Con esto me refiero a que cuando se dice una verdad hay una parte que contiene irremediablemente trazas de ficción, y cuando se dice una mentira hay parte del contenido que evidencia una necesidad de ocultar o velar una verdad —que la propia mentira evidencia—. Por último, creo que además se añade una cuestión fundamental: es imposible decir toda la verdad ya que el propio lenguaje nos lo impide (aquel diccionario personal que ayuda a expresar o evidenciar cómo he percibido el objeto que está delante de mí).
Aquí las percepciones tienen que ser, ya lo decía Freud y posteriormente Lacan, transfiguradas o transformadas en registros más allá de la sensibilidad: imaginario o simbólico. Eso es la subjetividad y por ello es necesaria. Hay que darle la importancia que merece.
Por lo tanto, creo que son términos que tienen la posibilidad de ir asociados.
En tus poemas se ahondan cuestiones profundamente filosóficas que son dignas de recoger. En “Amor en la actualidad”, por ejemplo, trabajás la noción del “hiato virtual”, de una distancia, casi como opuesto al verdadero “sentir”, “tocarte”, “olerte”. ¿Cómo evaluás las relaciones por estas épocas y cómo influyeron éstas en tu actividad como poeta?
Las relaciones no son sencillas. Entran en juego muchas circunstancias, tanto internas como externas (aunque me decanto por podarle más peso a la primera), que llevan a que se den ciertas relaciones.
En la actualidad estamos en un mundo en el que la conectividad y la cercanía se vuelven términos opuestos: es una paradoja contemporánea. Se produce entonces el “hiato virtual”: relacionarse desde la distancia y sin la presencia. Para mí, y destacando los términos que recuperaste del poema (sentir, tocarte y olerte), es importante que uno mismo se replantee qué espera de las relaciones. La distancia omite el estar con el otro, puede decirse que es un estar sin estar cuando se realizan videollamadas, se suben fotos a las redes sociales, etc.
Se promueve una relación que se sostiene únicamente en lo imaginario. Cuando entra en juego la parte de la interacción la cosa se complica: el contraste con dos realidades no encaja. Eso evidencia algo que siempre ha estado: que no existe llave que encaje a la perfección en un cerrojo, que no existe la media naranja, etc. Es decir, no existe correspondencia por sí misma, se ha de construir una relación y, parafraseando a Lacan: el amor se hace hablando.
En mi vida, imposible no verse tocado por esta situación actual: vivo la distancia y la falta de presencia. Cada uno lo gestiona como puede: por mi parte intento que lo físico y la presencia permanezcan, aunque se torna imposible en ocasiones. Pero teniendo en cuenta, sobre todo, a cómo manejarme con la pérdida. Creo que hoy es una relación constante por la pérdida y por eso hoy cuesta tanto perder las cosas: nos fijamos y aferramos a ellas intensamente.
Creo que esto incrementa la sensación de soledad y, por tanto, también se dan más momentos para escribir (si destaco lo positivo) y más momentos de añoranza hacia los demás.
Por otro lado, para no escapar del tema, también en “Amor” escribís sobre este sentimiento. Una de las ideas conclusivas es “amar no es más, ni menos, que los instantes de soledad donde das lo que te falta”. Millones de poemas y de canciones han sido escritos alrededor del amor, pero aún parece que hay mucho que escribir, mucho que pensar. ¿Cómo entendés que penetra la idea de amor en tu poesía?
Por simplificar, plantearé el amor desde dos posturas distintas. Podríamos hablar un primer instante del enamoramiento. El proceso donde uno se deja embelesar y capturar por el encuentro entre dos personas que se imaginan mutuamente: todo parece encajar. “Se piensa casi lo mismo”, mismas aficiones, pasiones, etc. Pero no deja de ser una ilusión: necesaria.
Por otro lado, veo importante plantear el amor como un modo de evidenciar y aceptar una falta. Que uno no está completo y por lo tanto no es perfecto; cae esa idealización hacia el otro.
Así pues, el amor es una maquinaria que construye y mantiene relaciones. Pero hay que hacer un proceso personal para poder estar con el otro sin exigirle o imponerle tu propia realidad. Me refiero a pensar por los dos. Eso es horrible.
Es saber dar o mostrar lo que a uno le falta por ser completo.
Creo que esto es lo que puede verse en los diferentes poemas en los que trato el amor: permitir la soledad y la particularidad de cada uno para poder convivir y vivir.
En “Elle”, por ejemplo, ahondás en la noción de falta, o de pérdida, y de deseo. “Porque me faltas sigo deseándote”. Hay filósofos que sostienen que el deseo parte de una falta, que se desea lo que no se tiene, porque cuando se lo tiene ya no se lo desea (o se desea que, en un futuro, no se deje de tener). ¿Qué pensás de esto? ¿Creés que tiene relación con tu poesía?
Estoy de acuerdo contigo. Sócrates, en El Banquete de Platón, se le hace decir que el amor es querer aquello que a uno le falta. Y pone varios ejemplos muy visuales y clarificadores. Es un texto que recomiendo, dado que en aquella época los presentes intentan hablar de lo que es el amor y tiene mucho que ver con la actualidad.
Hay una cuestión del deseo que es que cuando no hay algo que falta no se puede desear. Me refiero, si estás completo no hay nada fuera que venga a producir una satisfacción: lo estás por entero. Esto tiene sus consecuencias en la vida de las personas.
Sin embargo, también podemos ubicarlo en el plano del saber. En la medida que uno intenta comprender demasiado pronto o dar por zanjado un tema pierde el interés (por utilizar otro término) y el deseo se desvanece. Para mí una clave es tener en cuenta que el deseo siempre es insatisfecho, nunca se alcanza.
Ese nunca alcanzar, como la famosa frase de Galeano sobre la utopía, permite ir poco a poco construyendo y elaborando nuevas cosas. Pero para eso, retomando la cuestión anterior, hay que reconocer que estamos en falta siempre. Si no, cuando no hay falta, sobreviene una angustia (ansiedad) horrible: se da demasiado sentido a las cosas y hay un exceso.
Esta podría ser la relación con mi forma de escribir poesía, nunca alcanzo a concluir aquello que intento expresar. Siempre escapa y se escurre. Es una poesía que invita más a preguntarse que a comprender. Mi escritura es de una insatisfacción soportable; tal vez.
Entiendo que sos psicólogo de profesión, y que sos socio de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de Valencia, además de que has publicado diversos artículos acerca de tu especialidad. ¿Cómo creés que influyó tu actividad en la poesía? ¿La ves como una forma de expresión, de descarga? ¿Qué suma la poesía a tu vida?
Está íntimamente relacionada. Hay una cuestión muy interesante, que creo que es poco conocida por lo general, y es que el analizante en una sesión con un psicoanalista está en una posición similar a la del poeta. Y este símil se debe de entender dentro de la asociación libre, ya que una de las premisas para empezar en un análisis es que el analizante se deje llevar por aquello que salga de su decir, sin importar lo correcto o incorrecto que resulte en un primer término.
En la creación poética, por lo menos en mi caso, es así: dejo que lo que ha de acudir acuda y se plasme en el papel. Es difícil porque siempre tenemos esa necesidad de control, pero espero ir mejorando en este aspecto.
Autores que me han facilitado este camino son Octavio Paz, Alejandra Pizarnik, Agota Kristof, Cesar Vallejo y Carson McCullers (por decir unos pocos). Y con ellos he aprendido, ante todo, que hay que leer más que escribir. Si no lees es imposible escribir.
Y referente a las dos últimas preguntas, no sé muy bien cómo definir si es una forma de expresión o una descarga: puede que estén estas dos condiciones en la función que tiene para mí escribir poesía. Creo que hay otros aspectos interesantes cuando escribo, como por ejemplo el permitirme distanciarme, intentar describir desde mis propias palabras, el intentar encontrar otra vuelta de tuerca y el dejarme llevar por las palabras para saber qué hay tras ellas.
Y, por último, ¿cómo vivís la experiencia de edición y publicación de Necesaria subjetividad?
Pienso que podría hacerse una entrevista entera respecto de estas dos cuestiones que planteas. El mundo editorial es muy duro. No todas las editoriales te dan la visibilidad que esperas. Muchas no llegan a las librerías (ya sea por cuestiones económicas o de política interna).
La edición la viví con bastante ilusión. Y poder llegar a materializar y dar a conocer los poemas es una satisfacción. Esto me permite, más que la cuestión económica porque al final es algo irrisorio económicamente —al menos en mi momento actual—, conocer a personas que no hubiese conocido si no hubiese sido por la publicación.
Creo que eso es lo más importante: que mediante algo que has construido (sea un libro, una ilustración, pintura, carta, detalle) puedas establecer relaciones y formas diferentes de vivir la vida para que se dé un encuentro. Y de esos encuentros nuevas cosas por saber y hacer.
Por último, quería agradecerte encarecidamente tu interés y por darme un espacio donde poder dialogar libremente. Han sido unas preguntas geniales para poder darme a conocer y poder invitar a que la gente se interese por el poemario. Espero que sea la primera de muchas.
[1] Iván Navarro, Necesaria subjetividad. (España, Cuadranta, 2021, p. 7).
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