Jorge Luis Borges alguna vez dijo: “que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. Obviando los atenuantes de modestia —o, por lo menos las apariencias, aspecto esencial en la figura del autor—, de algún modo esta cita nos introduce de la mejor manera el hombre de letras que fue Borges. Todos los aspectos de aquellas obras que lo interpelaron se manifiestan vívidamente en su producción: conviven en sus textos el misterio de Stevenson, la magia de Kipling, las figuras bíblicas, los compadritos bonaerenses, la figura del gaucho, la filosofía de Schopenhauer, entre tantos otros elementos. No es azaroso que la literatura de Borges sea de apreciación universal; a esa categoría pertenecen sus aspiraciones estéticas. El infinito, el tiempo, los laberintos, los espejos, lo fantástico, la ficción pura, tal como él la consignaba. Todas estas preocupaciones han sido esenciales en toda la creación del autor. Estas predilecciones de Borges hicieron que sus textos sean fácilmente traducibles para otras culturas; no en vano se lo puede leer en más de 25 lenguas, tan disímiles como sus propios hablantes. He aquí donde radica la verdadera condición autoral del escritor, que podríamos pensar con la figura del oxímoron: por una parte, sus textos no son de fácil lectura, suelen tener una alta carga semántica y versar desde la erudición sobre temas muy diversos; por otro lado, los tópicos de sus obras no se limitan a su país de origen, por lo que son fácilmente trasladadas a otras naciones y, por consiguiente, a otros lectores.
La figura de Borges siempre fue controversial, tanto en el ámbito literario, como en el imaginario colectivo; su presentación, asaz polémica. Muchos han cuestionado sus posturas políticas: el conservadurismo, el anarquismo meramente individual y las relaciones cercanas con los gobiernos de derecha y de facto. Sin embargo, reclamar consciencia social, coyuntural, en las obras de un autor universal es menoscabar su producción. Hay tantos escritores que han sabido transponer a sus obras sus posturas personales acerca del entramado social, como es el caso de Ayn Rand, Ernesto Sábato, Fiódor Dostoievski, Juan José Saer, Roberto Arlt; en fin, no es mi objetivo catalogarlos en este apartado. En contraposición a todos estos autores, universales muchos por la riqueza de su obra, hay pocos autores que han rehuído la crítica social—ola exposición de una realidad social— para dotar de validez sus páginas, y es ahí donde radica la particularidad de Borges.
Quizás el lector poco versado en el autor se vea tentado por sus Ficciones (1944) o por su Aleph (1949), obras capitales del escritor. Sin embargo, si a mí me preguntasen por dónde entrarle al autor, sin dudas recomendaría su Historia universal de la infamia (1935). Este último mencionado, libro de cuentos, de igual manera que los anteriormente mencionados, de alguna forma presenta un lenguaje mucho más accesible que el resto de su obra de ficción. A estas producciones mencionadas no quiero obviar mencionar El hacedor (1960), otro libro de suma importancia en el corpus literario del autor. Sin embargo, no debemos olvidar que Borges ha sido un prolífico ensayista, de hecho, así sus libros Evaristo Carriego (1930) y El «Martín Fierro» (1953) —en colaboración con Margarita Guerrero—, por mencionar dos libros capitales, lo atestiguan. También la poesía ha sido explorada en profundidad por el autor argentino; los poemas “Ausencia” (1923),“El Golem” (1958) y “Ajedrez” (1960) así lo atestiguan. Juan José Saer, escritor serodinense, una vez dijo:
“[…] Creo que las categorías clásicas —prosa/verso, ficción/no ficción, fantástico/realista— resultan demasiado rígidas para encarar la obra borgiana, ya que hay una continua transmigración estilística y temática que se desplaza a través de las formas y de los géneros…” [1]
El escritor de arrabales, como una vez lo consignó Sábato, se ha consagrado como un escritor universal que pasará a la inmortalidad, ha logrado hecho literario importantísimo y que se suele pasar por alto. La literatura argentina ha sido históricamente receptora de otras más dominantes —la francesa, la alemana, la rusa, etc.—; sin embargo, es notable que Borges haya logrado que la literatura nacional, por lo menos su literatura, se haya universalizado de tal manera que nuestra producción —acaso únicamente en su figura particular, pero eso no es menos— haya sido, por primera vez, una literatura de exportación.
Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires, en el barrio de Palermo, en el año 1899, y falleció en la ciudad suiza de Ginebra, en el año 1986. Su obra es ineludible para cualquiera que quiera acercarse a la literatura argentina, y su nombre ya ha pasado a acompañar a los nombres de los grandes escritores universales como Franz Kafka, León Tolstoi, William Faulkner, James Joyce y William Shakespeare, entre otros.
Publicado el 6/8/2022
[1] Juan José Saer, La narración-objeto (Seix Barral, Barcelona, 1999, p. 128).
Nací en Avellaneda; viví en Berazategui hasta los 6, después me trasladé a Capital Federal, donde residí hasta los 16 años, hasta que a mi madre se le ocurrió que nos mudáramos a Colón, Buenos Aires. Me mudé cerca de 10 veces en mi vida. Un poco esa sensación de no-pertenencia y de desacomodado motiva mi escritura. Ya que no tengo nada de vergüenza, edito y escribo acá; la verdad no merece ser publicado nada mío, pero soy bastante cara dura. Fanático empedernido de Sábato, Saer y Nietzsche. Sobre Héroes y Tumbas es la mejor novela del siglo XX. Joel y Matías son mucho menos impulsivos que yo y, por esa misma razón, más inteligentes. Los quiero mucho y estoy siempre agradecido de compartir lo que sea con ellos.