En el año 2007, Aurora Venturini alcanzó una notoriedad irrefutable gracias a que su obra, Las primas, obtuvo el Premio Nueva Novela otorgado por Página/12. La escritora tenía 86 años. “Por fin un jurado honesto” fue su agradecimiento.
La novela galardonada en ese entonces es una pieza exquisita de original hechura y magnetismo inmediato. A esa le sigue, luego, Las amigas, otro hallazgo para quienes ya se proclaman sus adeptos. Pero Las primas es la obra que inaugura, de alguna manera, este nuevo culto venturiniano, algo tardío, pero muy potente. La narradora, Yuna Riglos, es una niña que atraviesa sus primeros pasos en el arte. Vive en medio de una familia a la que ella detesta sin falsas sensiblerías y con absoluta convicción. La descripción de los avatares por ellos esgrimidos ostenta una acidez y un humor negro capaces de amarrar a cualquiera para internarlo en el mundo dislocado de la protagonista. Si bien se advierte el mecanismo de escritura que hace de este texto algo diferente a todo lo antes leído, ese artificio pasa inadvertido en el fragor de la lectura y nos parece escuchar a la propia Aurora contando las peripecias, reflexionando sobre el lenguaje —y cuánto la agotan los signos de puntuación— y citando cada tanto a sus autores amados. Su narrativa lo transforma todo alterando los conceptos de monólogo interior, soliloquio y/o autoficción dado que encasillar su estilo atenta contra la aguda maniobra desempeñada para llegar hasta aquí: la escritora que sigue cosechando devotos.
La voz de Yuna no hace más que contarnos su vida, pero en ese emprendimiento asombra cuando alterna las tragedias irremediables con el absurdo total y despliega el recurso de una ironía filosa de gran efecto. Yuna Riglos soy yo reconoció la autora en una entrevista que puede buscarse en Youtube, y así la imaginamos, hablándonos todo el tiempo desde su frialdad y su particularidad con una pericia indiscutible en el arte de aceptar los acontecimientos. En Las amigas, Yuna ha crecido, se ha vuelto una mujer talentosa y culta muy alejada de la familia poco convencional que la vio dar sus primeros pasos.
Un detalle a resaltar que atañe a la lectura de Venturini es el hecho de que sus textos duran, a lo sumo, dos días en manos de quien los aborda. Por lo general, en una tarde se leen y no porque sean breves, sino más bien, porque las palabras en ellos discurridas actúan como un verdadero imán.
—Aurora, en su epitafio imaginario ¿qué le gustaría que diga?
—Que era una maldita.[1]
De ella sabemos que era un bicho raro, harina de otro costal, tal y como la llamaba su propia abuela. No le gustaba hacer nada más que escribir. Y, por cierto, uno de sus últimos libros, Los rieles, publicado en octubre del 2013, además de representar una especie de resumen de su vida, aparece como un prodigio literario escrito por una mujer de más de noventa años. No solo eso, una mujer de más de noventa años que sufrió una caída absurda que la llevó a estar internada durante meses, cadera fracturada, cabeza golpeada —tres días en coma—, obstáculos a los cuales sobrevivió y superó.
Sentía hondo oprobio de tratos indiferentes, al paso nomás como de lástima y no por mi lastimadura, sino por la comprobación miserable de mi mal estado, del tiempo que dedicarían a mi atención, del hecho de estar de pie, mientras yo significaba un lastre quebrado y menestoroso de diálogo servil, obligatorio por ley, por mandato de unos dueños a los que nunca conocí.
(…)
Importaba que experimentaba enorme piedad hacia mi propia derrengada estructura despreciada por aquellos, que obligadamente debían atenderme y retaceaban con altanería el ejercer el oficio de curar, higienizar y bientratar (…).[2]
De la obra mencionada ha dicho Mariana Enriquez:
“Los rieles es una novela decadentista sobre la decadencia, con una narradora que se erige en vieja maldita, endurecida tras el rechazo y el fracaso del amor. Y es, también, uno de los mejores textos conocidos de Aurora Venturini, una novela que va de lo ridículo a lo sublime, de lo abyecto a lo espléndido, una escritura despiadada de una escritora que le habla directamente al lector, que se sostiene, desde sus huesos rotos y su andador, con el poder del lenguaje.”.[3]
Y es que la narradora aquí ha transcurrido, ya hace tiempo y a lo lejos, sus días y años de niñez de Las primas; transitado la juventud entre el estudio, la universidad, París, el amor —que siempre es un fracaso— y la búsqueda de su identidad a través de la historia de su familia, como en Las amigas y Nosotros, los Caserta, pero no ha dejado de recapitular, para ilustrar a su lector, toda esa trayectoria que la convirtió en quien es hoy, al momento de generar una obra culminante y sagaz. En Los rieles todo vuelve de diferentes maneras: recuerdos, alucinaciones, balances. A partir de una casi muerte que le dio la posibilidad de encontrarse cara a cara con Monsieur Le Diable y a quien le ganó la contienda, esta Aurora personaje denuncia las traiciones (como la de Inés Orete), concluye que el amor es una sola vez y es doloroso, asegura que al infierno no volverá más y destruye sin piedad la indiferencia cínica de su propia madre.
Sobre el diablo:
“Voy hacia atrás y distingo al que mandaba en el sitio, Monsieur Le Diable, y lo hacía estilo capanga.
(…)
Me vio y se acercó: “Estás muerta”, espetó.
Grité desesperada: “No estoy muerta”.[4]
Sobre Inés Orete: “Puesta aún sobre la cama ortopédica, oí la misma oferta que Inés hiciera a Monseñor Pirs. Creo que me negué a recordar el horrendo caso criminal. Ingerí la cápsula. Espumé. Fallecí”.[5]
Sobre el amor:
“Diciéndome para mi interior caduco que aquellos días fueron patéticamente bellos no quiero regresarlos.
No quiero sino trazar rieles de metal quirúrgico, de acero, y viajar por ellos en un tren sin destino, y al albur…
Creo que zafé de mi primera muerte, no así de mi primer amor”.[6]
Sobre el infierno:
“Por haber regresado del averno, ahí ya no volveré. No es lugar para dos temporadas.”[7]
Sobre su infancia y su madre:
“Yo fui valiente y no he retrocedido. Yo fui brillante y no pudieron opacarme. (…)
Desde temprano, en mis días, comprendí muchas cosas, la mayoría malsanas y tan desagradables que hubiera preferido no saber, ignorar, ser menos capacitada y observadora. Menos analítica.
Nací sobredotada, que significa excedida del común; de ahí, el verso. (…) mi primera poesía, escrita a los siete años, la dediqué a mi mamá, recitándola en la escuela. Ella me preguntó quién me la había enseñado y yo me ofendí. (…).[8]
“Esta situación se repitió mucho tiempo después…”, contará luego la narradora y volverá a la memoria la tarde en la que su madre, invitada por ella a un café literario, no solo se mostró incómoda por tener que ir, sino que la ridiculizó delante de escritores de renombre que ya empezaban a conocerla porque a Borges le interesaba su escritura. “Vieja de mierda”será el recuerdo a su progenitora a quien no invitó nunca más a ningún evento y tampoco fue a su velorio. Podría decirse que ese rencor, junto a algunos otros, ha obrado como el combustible que encendió los motores de la escritura, sobre todo de la prosa ya que, dicho con sus propias palabras: “Sería prosista prosaica. Nada de ternura, abajo el amor filial y los amores que para lo único que servían era para llorar de noche cuando nadie me veía, bajo la sábana”.[9]
—¿Cómo es el infierno?
—Horrible. El diablo me dijo: ‘voy a enterrar tus restos mortales’. Pero me salí. Mi médico dice que eran alucinaciones. Pero los médicos son médicos, nada más.[10]
Y las escritoras de esta talla, son capaces de volver de la muerte y, como si eso fuera poco, escribir sobre ello.
Aurora Venturini murió el 24 de noviembre de este año, 2015, inesperadamente mientras estábamos terminando de corregir este libro.[11]
Releyendo sus novelas y cuentos, acudiendo a la entrevista realizada por Tcherkaski y Seoane, encontramos la singularidad de alguien que toda su vida se dedicó a escribir, alguien que se codeó con las figuras más relevantes de la literatura no solo argentina, también europea, alguien a quien sus colegas respetaban; sin embargo, Aurora Venturini nunca integró el podio de “los grandes escritores” porque, por alguna razón, paradójicamente, su presencia fue una injusta y larga ausencia de setenta años de escritura activa. Cuando por fin la vieron, solo contó con algunos pocos más para disfrutarlo.
Su obra es muy vasta. Siempre se autopublicó para no tener que mendigarle nada a nadie. Hoy sus derechos pertenecen a la periodista y escritora Liliana Viola. Afortunadamente, buen uso se está haciendo de ellos, el necesario para permitirnos acercarnos a su estilo perspicaz, culto y provocador.
Si bien ha sido escritora de varios géneros, traductora y poeta en su juventud, probablemente sean sus novelas y sus cuentos —recopilados en Cuentos secretos— los textos más reconocidos. Quizás no sea exagerado afirmar que Los rieles —su último legado— hará de cada nueva lectura, en cada nuevo lector, una experiencia transformadora. No todos los días se vuelve del infierno y con tanta lucidez.
Publicado el 4/2/2023
[1] Tcherkaski, José; Seoane, María José; Aurora Venturini, la maldita. Una larga conversación. Lugar editorial. 2016. Buenos Aires.
[2] Venturini, Aurora; Los rieles. Tusquets editores. Colección andanzas. 1° edición: octubre de 2022. CABA.
[3] En la edición mencionada de Los rieles.
[4] Venturini, Aurora; op cit.
[5] Venturini, Aurora; op cit. Inés Orete es un personaje que había cuidado a Aurora antes del accidente. Según lo que ella misma relató a su señora, Inés envenenó a un cura que abusaba de ella. Luego, robará todos los ahorros de la protagonista antes de desaparecer.
[6] Venturini, Aurora; op cit.
[7] Venturini, Aurora; op cit.
[8] Venturini, Aurora; op cit.
[9] Venturini, Aurora; op cit.
[10] Tcherkaski, José; Seoane, María José; op cit.
[11] Tcherkaski, José; Seoane, María José; op cit.
La autora es Licenciada en Calidad de la Gestión de la Educación por la Universidad del Salvador, Profesora en Lengua y Literatura, Maestra de Educación Primaria y Especialista en Literatura y Escritura. También, realizó capacitaciones, talleres y cursos de posgrado relacionados con la docencia, la lengua, la literatura y el periodismo. Actualmente, trabaja en escuelas secundarias y en el nivel terciario, a cargo del Taller de Lectura y Escritura. Coordina el taller literario Tramo de trama y, eventualmente, participa en la elaboración de diversos proyectos culturales.