Notas respecto de “Mientras agonizo”

William Faulkner

Yo vi a más de un millar sobre la puerta
de llovidos del cielo, que con rabia
decían: “¿Quién es este que sin muerte
camina por el reino de los muertos?”

Infierno, VIII, 82[1]

Faulkner y su legado

La huella de William Faulkner en la literatura universal es imborrable. Muchos escritores, de las más diversas predilecciones estilísticas, han reconocido la obra del autor norteamericano. Es sabido que Borges —un lector difícil de complacer— era un ávido consumidor de su obra. Él mismo lo afirma, al dedicarle varios artículos publicados en El Hogar. En uno de ellos dice lo siguiente:

William Faulkner ha sido comparado con Dostoievski. La aproximación no es injusta, pero el mundo de Faulkner es tan físico, tan carnal, que junto al coronel Bayard Sartoris o a Temple Drake el homicida explicativo Raskolnikov es tenue como un príncipe de Racine…[2]

El autor de Ficciones no ha sido el único en reconocer la influencia del norteamericano. Onetti dice de Faulkner: “define a lo que entendemos como un artista”.[3] Por su parte, Mario Vargas Llosa no duda en catalogarlo como uno de los “grandes creadores” y lo erige como el prosista con mayor influencia en los escritores posteriores a la obra del autor norteamericano:

Entre los escritores modernos probablemente William Faulkner (1897-1962) haya sido el que ha ejercido mayor influencia entre los cuentistas y novelistas de su generación y las que la sucedieron en todo el mundo occidental y acaso también en otras culturas.[4]

A su vez, uno de los más destacados novelistas de nuestra literatura nacional, Juan José Saer, no escatima en admitirse como heredero de dicha influencia: “[Hablando de sus influencias] Faulkner sí, absolutamente; soy un hijo suyo, como toda la literatura latinoamericana”.[5]

Faulkner ha sabido ser uno de los mayores exponentes del uso del lenguaje como medio posible para el goce estético. La experimentación lingüística que Henry James inició fue profundizada por autores como James Joyce, Virginia Woolf y el mismo Faulkner. Sin embargo, esta cualidad de la prosa novelística del autor de Santuario no predomina en detrimento de otras características que se hacen presentes en sus obras. Su timing narrativo es notable, del mismo modo que también son destacables sus innovadoras formas de llevar a cabo dicha narración. Y no solo eso: también ha logrado construir una profundidad emocional y psicológica envidiable en muchos de sus personajes. Basta solo con pensar en Darl de Mientras agonizo o en Benjy de El ruido y la furia. Este último muy probablemente sea uno de los personajes mejor trabajados de la literatura del siglo XX.

Mientras agonizo

Quizá una de las más considerables empresas narrativas que ha llevado a cabo Faulkner sea la escritura de Mientras agonizo, considerada una obra capital en su producción. Dicha novela está narrada por quince voces diferentes que se turnan para tomar el lugar central en la narración. Dicho aspecto resulta sumamente curioso puesto que, a pesar de que Darl sea el personaje con más intervenciones,[6] al no existir el salto habitual de una voz narradora a otra, el lector termina sintonizando, en mayor o menor medida, casi con la totalidad de los personajes que la obra exhibe.

La novela tiene una trama aparentemente simple: Addie Bundren, la madre de una familia rural agoniza, pide como último deseo que sus restos sean enterrados en el cementerio de Jefferson, pueblo que queda a más de sesenta kilómetros de su casa. Luego de que ella muere, la familia Bundren emprende un viaje que no estará exento de problemáticas y cuyo desarrollo será el tronco principal de lo narrado.

Un aspecto llamativo de la novela es su título, el cual está tomado de la versión en inglés de unos versos de la Odisea de Homero, traducida por Sir William Marris. En el canto XI se pueden leer las siguientes palabras:

(…) But in mine ears
Most piteous rang the cry of Priam’s daughter
Cassandra, whom the treacherous Clytemnestra
Slew at my side, while I, as I lay dying,
Upon the sword, raised up my hands to smite her;[7]

Esta elección de título no es inocente: vaticina la ardua empresa que deberán emprender los Bundren para llegar a su destino; las dificultades del viaje que la familia tendrá que afrontar podrán ser previstas de antemano por los ávidos lectores de la novela que tengan la referencia homérica al momento de iniciar la lectura. Basta con mencionar un momento de la novela en el que los personajes se encuentran con que uno de los puentes necesario para llegar a Jefferson ha sido arrasado por la lluvia torrencial; en una atmósfera casi de diluvio, la familia Bundren se propone cruzar con las mulas el río y, como consecuencia, ahoga involuntariamente a los animales y casi pierde el ataúd. No es superficial mencionar el siguiente fragmento de la novela, en el que observan el río que tienen ante sus ojos.

Las mulas están quietas con las patas delanteras un poco hundidas y las grupas en alto. Además, ahora jadean con un ronco y profundo sonido; miran hacia atrás una vez, y su mirada nos roza con unos ojos en los que hay algo salvaje, triste, profundo y desesperado como si ya hubiesen visto en el agua espesa la imagen del desastre del que no pueden hablar y nosotros no podemos ver.[8]

Odiseo, entre muchas vicisitudes que debe afrontar en su viaje, desciende al infierno y se encuentra con Agamenón, cuyo diálogo deja como legado los versos que hacen al título de la novela de Faulkner. El autor norteamericano toma la idea del viaje y la traslada a la institución familiar, la sitúa en el sur de los Estados Unidos, en una zona rural. En la epopeya de Homero los habitantes de Ítaca dudan si Odiseo realmente volverá con vida. La novela de Faulkner es mucho menos esperanzadora: Addie Bundren está muerta, el viaje que emprende la familia es mortuorio y la introspección que ellos mismos llevan a cabo a raíz del traslado los atormenta. El viaje a Jefferson es el infierno individual al que cada personaje de la familia Bundren debe descender. Es digno de mencionar el caso de Darl, quien a lo largo del viaje es de los más afectados por el mismo, al punto que finalmente debe ser internado en un hospital psiquiátrico en Jackson.[9] También se puede mencionar el “Infierno” en la Divina Comedia de Dante. Si en la obra de Alighieri, la figura central es un vivo que deambula entre los muertos, en Mientras agonizo, la operación es la inversa, el cuerpo de Addie Bundren se transporta inescrupulosamente en el mundo de los vivos.

Muchas subtramas, que se profundizan a medida que el viaje principal se lleva a cabo, son presentadas al lector por los distintos narradores de la novela. La mayoría de estas problemáticas son mostradas a través de raccontos.En el texto de Faulkner, cada narrador tiene una voz propia, sus obstáculos personales a superar que lo distinguen del resto y, en muchos casos, distintas posturas en cuanto a cuestiones que atañen a más de un personaje de la obra. Puede ser difícil para el lector que se acerca por primera vez a la novela encontrar cierta estabilidad debido a la cantidad de información narrativa secundaria; esto, sumado a la variabilidad de voces que llevan a cabo la narración, podría gestar cierta confusión e inestabilidad. William Faulkner lleva a cabo la narración de Mientras agonizo sin la firmeza que conferiría tener uno —o a lo sumo, unos pocos— narradores. Por el contrario, lleva a cabo un procedimiento interesantísimo: a partir de la periferia constante que genera la marcada polifonía y la brevedad de cada narración, traslada la centralidad históricamente asociada al narrador único y la redistribuye en los quince narradores que presenta en su novela, estableciendo así un espacio narrativo que se nuclea en los espacios periféricos, todo lo cual es aceptado por el lector una vez leídas cierta cantidad de páginas.

La multiplicidad de voces presentes, más que una mera decisión estilística, convierte la novela de Faulkner en un verdadero constructo colectivo que se forma a partir de este mandato narrativo periférico. Además de las voces de cada uno de los miembros de la familia Bundren, tenemos testimonios de la familia Tull, el médico que atiende a Addie, entre otros personajes que ofrecen su perspectiva sobre lo que acontece en la narración. Estos testimonios extrafamiliares son utilizados por Faulkner para ejemplificarle al lector espectadores arquetípicos, que representan una mirada prejuiciosa de la sociedad, a propósito de organizaciones familiares rurales como los Bundren. El autor norteamericano narra lo que le sucede a la familia Bundren, no solo desde la perspectiva intrafamiliar, sino también extrafamiliar. Una gran característica de Mientras agonizo es que en la novela cada personaje tiene posturas diferentes en cuanto a los hechos, a pesar de que estos hechos son comunes para muchos. Cada uno de los personajes de Faulkner tiene un modelo mental propio que condiciona lo que nos narra.[10] La labor del lector será entonces reconstruir los hechos a través de la realidad fragmentada que cada narrador ofrece.

La interpretación fraccionada de los hechos se puede observar, por ejemplo, cuando algunos narradores emiten juicio sobre características o acciones de los Bundren, que no podríamos saber de no ser por estas voces ajenas a la familia. En un momento, un farmacéutico ve a Dewey Dell, hija de la familia Bundren y dice lo siguiente: “Vi que iba descalza y que estaba cómoda así, como si estuviera acostumbra a ir descalza”.[11] También es significativo el momento en el que el matrimonio Tull, conocidos de la familia protagonista, dialogan sobre el viaje que emprenden. En la narración que hace Cora, esposa de Vernon, podemos encontrar las siguientes líneas:

Addie vivía (era una mujer solitaria, a solas con su orgullo) tratando de hacer que la gente creyera otra cosa, ocultando el hecho de que los suyos se limitaban a soportarla; porque no se había enfriado en el ataúd y ya habían recorrido sesenta y cinco kilómetros para enterrarla, desobedeciendo la voluntad de Dios al hacerlo. Negándose a dejarla descansar en la misma tierra que esos Bundren.

—Pero ella quería ir —dijo Mr. Tull—. Era deseo suyo descansar entre los de su familia.

—¿Entonces por qué no se fue en vida? —dije yo—. Ninguno de ellos se lo habría impedido, ni siquiera el pequeño que ya casi es lo bastante mayor para ser tan egoísta y duro de corazón como los demás.[12]

El olor que desprende el cuerpo en descomposición de Addie no está presente en las narraciones de ninguno de los miembros de la familia. A través del relato de un personaje que trabaja en una farmacia podemos observar como todos los habitantes del pueblo, cuando los Bundren llegan a Jackson, advierten el hedor del cadáver. Como resultado, este elemento sensorial que estaba ausente en las narraciones anteriores, también es advertido por el lector, quien lo ignoraba previamente.

Fue Albert el que me contó el resto de la historia. Me dijo que la carreta había parado delante de la ferretería de Grummet, y que las señoras salieron huyendo por la calle con los pañuelos en las narices, y que un grupo de hombres y muchachos de olfato menos delicado se quedaron alrededor de la carreta, escuchando al comisario discutir con el hombre.[13]

Por lo tanto, no sería falso decir que la novela de Faulkner se plantea como un constructo polifónico que, en última instancia, el lector deberá reconstruir, teniendo presentes los modelos mentales de cada uno de los personajes. Debido a la naturaleza propia de la totalidad de los discursos, el lector mismo, a su vez, formará un discurso propio respecto de lo narrado. Estos elementos convierten a Mientras agonizo en una experiencia irremediablemente personal e irrepetible.

Escribir después de Faulkner

William Faulkner es de esos escritores que –como Joyce, Kafka o Borges– nos deslumbran con su escritura. Al punto tal que uno se pregunta realmente cómo escribir después de él. La respuesta es simple, pero no por ello menos categórica: la literatura no se construye como superación de lo anterior, sino como respuesta, como reformulación de lo que ya aconteció. Edgar Allan Poe crea el policial reformulando el cuento de terror. Las vanguardias violaron todas las convenciones que les precedieron.

Basta con comparar una cita de Saer con una de Faulkner para dar cuenta de la enorme influencia del autor norteamericano. Saer escribió:

Ahora no queda más que el ruido del motor, que se debilita poco a poco: alejándose, gradual, permite todavía percibir, de vez en cuando, la disminución de velocidad, las aceleradas, los cambios de marcha, las frenadas, que le imponen los accidentes de su trayecto, Ahora es un rumor casi inaudible. Y ahora, por fin, ya no se sabe si el rumor que se cree percibir es el último filamento, exangüe, de sonido que manda, desde un punto ya inimaginable, el motor, o si bien la repercusión apagada del ronroneo en la memoria.[14]

Cuando Faulkner antes ya había escrito:

Cash se afana junto a los caballetes, va y viene, levanta y coloca las tablas que producen largas reverberaciones restallantes en el aire muerto igual que si estuviera levantándolas y dejándolas caer al fondo de un pozo invisible, donde cesan los sonidos sin desaparecer del todo, como si algún movimiento los desalojara del aire inmediato con reverberaciones repetidas.[15]

Imborrables serán entonces las huellas de los textos y los precursores que marcan a los escritores. No por eso la escritura es una práctica innoble. Al contrario, en un contexto en el que el discurso acrítico y no premeditado es la norma, tomarse el tiempo de lograr un espacio discursivo crítico y riguroso es tomar una postura política frente al borramiento sistematizado de la reflexión.

Publicado el 17/12/2022


[1] Dante Alighieri. Divina comedia (Ediciones Cátedra, Madrid, 2015, p. 129).

[2] Jorge Luis Borges. “The Unvanquished de William Faulkner” en Textos cautivos: ensayos y reseñas en “El Hogar”. (Tusquets Editores, Barcelona, 1986, p. 245).

[3] Juan Carlos Onetti. “Réquiem por Faulkner (Padre y maestro mágico)”, Marcha, Montevideo, 13/6/1962. Versión online: https://riobelbo.com/2021/07/06/requiem-por-faulkner/ (Consultado: 27/10/2022).

[4] Mario Vargas Llosa. “Huellas de Faulkner y Borges en Juan Carlos Onetti”, Monteagudo, Montevideo, N°14, 2009, p. 17. Versión online: https://revistas.um.es/monteagudo/issue/view/9321 (Consultado: 27/10/2022).

[5] Martín Prieto [comp.]. Una forma más real que la del mundo. Conversaciones con Juan José Saer. (Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2016, p. 29).

[6] En la novela, se lleva a cabo la narración unas diecinueve veces desde la perspectiva de Darl.

[7] En español sería: “(…) Pero en mis oídos/ Resonó el llanto lastimoso de la hija de Príamo/ Casandra, a quien la traicionera Clitemnestra/ asesinó a mi lado, en cuanto a mí, mientras agonizaba/ bajo la espada, elevé mis manos para dañarla”. Es curioso que la obra homérica que está intertextualmente relacionada con la novela de Faulkner, haga alusión a una acción en pasado, lo cual se puede intuir por la conjugación de los verbos rang (pasado de ring) o slew (pasado de slay), presentes en los versos del discurso de Agamenón. Es probable que en la versión en castellano de la novela de Faulkner se haya optado por el título en presente —Mientras agonizo—meramente por cuestiones poéticas—la forma en pasado Mientras agonizaba perdería mucha cadencia, lo que con el título original no sucede—.La traducción y las itálicas son mías. Véase: Homer. The Oddysey. (Oxford University Press, 1925), p. 195. Versión online: https://archive.org/details/in.ernet.dli.2015.172501/page/n207/mode/2up (Consultado: 29/10/2022).  

[8] William Faulkner. Mientras agonizo. (Alianza Editorial, Madrid, 2013 [ed. orig. 1930], p. 124).

[9] “Darl se ha ido a Jackson. Lo metieron en el tren y reía y estaba en el largo vagón riendo y las cabezas se volvían cuando pasaba igual que cabezas de búhos”, dice el mismo Darl, hablando en tercera persona. Véase: William Faulkner, op. cit., p. 216.

[10] Según la teoría de Teun van Dijk, cada productor y destinatario de cualquier discurso ostenta un “modelo mental” que evidencia cómo cada individuo concibe, según su propio criterio, lo perteneciente a la realidad empírica y abstracta. Cada discurso proferido está condicionado por un modelo mental, que a su vez está condicionado por la totalidad de discursos que el emisor recepcionó. Véase: Teun van Dijk. Discurso y contexto. Un enfoque sociocognitivo. (Editorial Gedisa, Barcelona, 2012).

[11] William Faulkner, op. cit., p. 170.

[12] Ídem, p. 24.

[13] Ídem, pp. 174-175.

[14] Juan José Saer. Nadie nada nunca. (Seix Barral, Buenos Aires. 2020 [ed. orig. 1980], p. 89).

[15] William Faulkner, op. cit., p. 67.

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